sábado, 8 de septiembre de 2007

Uruguay literario: mis cuentos, "El hombre y el perro"


El hombre y el perro


Era un personaje familiar en la vecindad. Recorría las calles seguido de su perro. Mientras caminaba, iba repitiendo:”el hombre y el perro, el perro y el hombre…”. La letanía se perdía en la distancia.
Nunca se le oía saludar ni decir nada más. Cierto día, lo encontré acurrucado en el rincón de una acera, comía de un trozo de pan duro. Me acerqué y le hablé.
-Soy loco, me dijo sin tener en cuenta el sentido de mis palabras.
-Soy malo, agregó.
-Soy perverso y maltraté a mucha gente, ahora estoy solo con mi perro.
No sé cómo logré ingresarlo en un diálogo. Ahora me prestaba atención, abandonaba su monólogo.
Me contó trechos incoherentes de recuerdos. Relató crueldades con su familia, amigos, compañeros de estudio o de trabajo, su estadía en la cárcel.
Le hablé de médicos, si alguno había hablado con él. Se limitó a sacudir la cabeza de un lado al otro varias veces.
Su mirada imploraba algo así como piedad, amor, comprensión, no sé qué pero, algo reclamaba.
Supe que vivía en la calle, hacía tanto tiempo que ni él lo recordaba.
Se había aislado, no sabía de su familia ni de sus conocidos y amigos.
Pude rescatarle más recuerdos y ciertas reflexiones: La incontinencia de su crueldad, algo lo impelía a maltratar a los demás.
Nunca recibió visitas en la cárcel. Cuando quedó en libertad y regresó, solamente el perro de la casa lo recibió con alegría. Decidió irse y el perro lo siguió.
El primer perro que lo acompañó se murió. Consiguió otro y otro. Según él, todos los perros son iguales.
-Este perro son todos los perros, me dijo. Ante mi silencio continuó hablando.
-Todos son el mismo, entienden mi tristeza y mi alegría, no me juzgan, aceptan mis caricias, me acompañan.
Las palabras del hombre me impresionaron: todos realizamos actos o decimos palabras que hieren a otros, todos hacemos sufrir a alguien en algún momento. ¿Cómo se mide la diferencia del nivel de crueldad? ¿Por qué abandonamos a los violentos sin saber la causa de sus actitudes?
El perro fue el único que no calculó diferencias.
El hombre se puso de pie y continuó caminando con su letanía: “El hombre y el perro, el perro y el hombre, el hombre y el perro…”
Aurora Martino

Uruguay literario: uno de mis cuentos, "Julia y los otros"


Julia y los otros

Julia se sentía extraña en este mundo. Sus acciones y dichos eran mal interpretados, cuando no, objeto de burla y hasta desconfianza.
El ser humano era lo que más le interesaba. Se dedicaba a las personas como el jardinero que busca regar la tierra a fin de que las plantas florezcan en libertad.
Consideraba a los humanos como la gran maravilla de la Creación, polvo de estrellas y re-creadores del Universo. Solía decir que el alma humana tiene más constelaciones que el firmamento. Por eso, se ocupaba en lograr que cada uno desplegara ese mundo de constelaciones.
El desencuentro la llevó a observar que las palabras tenían distinta significación para unos y otros. Si eso ocurría, la comunicación se volvería imposible. Sobre todo, porque las conversaciones no daban lugar a la reflexión ni a la fundamentación, se imponía un lenguaje formalizado, casi autoritario. El “no” y el “sí” dominaban y se instalaban como un gran muro separador de las personas. Llegó a dudar de su propio entendimiento y a suponer que vivía una suerte de alienación. Nada mejor que recurrir a la ciencia. El Psiquiatra le dijo que su mayor fortaleza era su intelecto. Después de varias pruebas técnicas, le reconfirmó que tenía un alto nivel de razonamiento, así como creatividad, manifestación máxima de la inteligencia. El Neurólogo estudió sus neuronas y lucían como si fueran adolescentes. Por ahí, todo bien. Debía buscar por otro lado.
Fue a un hipermercado y encontró a una multitud de individuos colocados en las góndolas y escaparates. Estaban bien ordenados en los estantes. Todos lucían una etiqueta y un precio. Observó que cada uno asumía una postura propia como si un titiritero lo manejara a través de hilos tan invisibles que ni su conciencia podía verlos. Se miró en un espejo grande y no vio que ella llevara ni etiqueta ni precio.
Quiso ir al lugar donde se colocaban las etiquetas y el precio. Entró a un salón donde reinaba un orden imposible de definir. Un hombre hierático la instaló en una silla sin dejar de mirarla y examinar todos sus gestos y movimientos. El hombre miró el reloj y dijo lacónicamente que era hora de empezar. Ella le manifestó que quería averiguar sobre la etiquetas.
-Y precios, interrumpió el hombre. Estamos en el mercado, agregó, es la ley que nos rige, así que etiqueta y precio.
Julia no sabía qué decir, dejó que hablara el hombre de traje oscuro. Éste repitió lo de la ley del mercado y dijo:
- Usted es un producto, según sus características y funcionabilidad tendrá su etiqueta y su precio. Ahora, continuó, debo examinarla y medir sus características.
Sometió a Julia a un interrogatorio impreso en una computadora donde iba colocando marcas en ciertos recuadros.
La mujer esperaba y miraba al hombre, ahora con cara de problema. Hasta lo vio llevarse la mano a la frente, como si pensara. El silencio dominaba el ambiente.
Por fin, su interlocutor habló:
- La computadora no me muestra ninguna etiqueta ni precio para su producto, usted, aquí no existe, aclaró. Estoy en un programa estándar.
Anunció a la joven que iba a ingresar a otro programa. Finalmente, le dio el resultado:
- Su producto aparece con una vieja etiqueta llamada Dignidad Humana, tiene poco valor, es más, no aparece precio definido, no puede entrar al mercado en estas condiciones. Necesitamos etiquetas funcionales a las leyes de intercambio comercial y ésta no lo es. No podemos calcular el precio porque no es competitiva, no tiene marco de referencia en ningún circuito de transacciones como bolsas o bancos.
Julia abandonó el salón como si despertara de un sueño. Al menos, se salvó de ir a parar a una góndola, debería ser fría como un féretro.
Deambuló por calles y parques, disfrutó la armonía de la naturaleza y la sonrisa de los niños. El aire la acariciaba y le entregaba fragancias de frutas, maderas, flores y sudor del trabajo de los obreros que empujaban bloques de cemento. Se propuso olvidar a los individuos de las góndolas porque le producía mucha insatisfacción.
En su andar, encontró a Graciela. Le contó lo que había visto. Graciela ya conocía ese lugar y se había propuesto desarmarlo. En eso andaba. Buscaba personas fuera de las góndolas a los que llamaba los “no contaminados” o los “no etiquetados” indistintamente. Su plan era simple: volver a demostrar a cada persona que tenía libertad y dignidad por su sola condición humana. Lo difícil era reunir a los que todavía eran personas.
Julia se ofreció para acompañar en la tarea. Graciela le advirtió que era una actividad difícil, tenía mucho costo emocional y los fracasos predominaban sobre los éxitos.
-No me importan esas dificultades, siempre serán más positivas que resignarse. No quiero imaginar a toda la humanidad ordenada en las góndolas del supermercado, concluyó Julia.
La otra mujer le contó sobre su estrategia y los lugares donde había rescatado seres humanizados. Estos seres recuperaron su conciencia, su valor, su solidaridad y su compromiso con el resto de la humanidad.
-Los encontré aislados y en lugares variados, continuó Graciela: asilos, iglesias, viviendo solos en sus casas, caminado por las calles, sentados en las plazas.
-¿Cómo los descubres y te acercas a ellos?, preguntó Julia.
- Las miradas son el primer indicador, contestó Graciela.
Luego, observaba sus rostros, encontraba vestigios de sonrisas olvidadas y ojos que escondían lágrimas reprimidas. Suelen estar inclinados, miran hacia el suelo y todos sus gestos son de huída y temor. Lo difícil es iniciar una conversación con ellos, están muy acostumbrados a la soledad y la incomunicación. Cuando se encuentran las palabras justas, se inicia el diálogo a propósito de cosas triviales. Por lo general, el tema actúa como un disparador que muestra un tesoro acumulado y escondido. Sacan una cascada de ideas y palabras que empiezan a mostrar su personalidad.
Algunos son difíciles de abordar. Muchos son víctimas del ruido que los confunde. Los medios y el mercado les muestran una multitud de objetos y pocos pueden evitar la esclavitud, expresada como incapacidad para elegir libremente. Sin saberlo, van camino a la góndola del supermercado.
Otros conservan ideales, utopías y el deseo de construir un mundo mejor.
Graciela entendió que Julia estaba dispuesta a acompañarla. Se alejaron de la ciudad por una autopista zigzagueante de vehículos. Julia miraba un paisaje nuevo más allá de la autopista, Graciela giró el automóvil e ingresó a una ruta entre montañas. Un valle arbolado surgió ante la vista de las mujeres. Graciela anunció que estaban llegando a la comunidad de los “no etiquetados”, los libres.
Cruzaron el bosque y apareció un gigantesco edificio de cristal, era el lugar de entrada. Graciela dijo a Julia que debía permanecer allí, era el requisito previo. El salón de cristal lucía luminoso, allí era el lugar de reflexión. Un equipo de médicos, psicólogos, filósofos, teólogos de todas las religiones, artistas, antropólogos, y sociólogos recibieron a la joven aspirante. La sesión trataba de que la persona se encontrara a sí misma mediante una búsqueda interior. Luego, Julia salió a recorrer la comunidad. Vio paneles solares recogiendo energía desde una ladera, un centro de investigaciones, hombres y mujeres trabajando en huertas y jardines. Los escultores daban forma a la roca viva y los carpinteros transformaban la madera en objetos útiles cargados de originalidad. Había fuentes, cataratas y lagos creados por los que allí vivían. Todos trabajaban en lo que más les gustaba pero, recibían una rigurosa formación para perfeccionar sus aptitudes y cumplir sus proyectos. Los centros de estudios eran variados y abundantes.
Julia se enteró que la comunidad integraba una red con otras de distintos puntos de la tierra. Eso explica la sofisticada tecnología que manejaban ingenieros, médicos, investigadores y agricultores.
Lo que no había era casas bancarias porque no usaban dinero, todos aportaban con su trabajo y todos recibían lo que necesitaban.
Los rostros expresaban alegría y distensión porque no existía la violencia. El ocio era parte de la vida. Lo usaban para bailar, cantar, navegar por Internet, nadar en los lagos, leer, escuchar y ejecutar música, practicar deportes o pasear.
Julia respiraba libertad. Se le dio a elegir su trabajo, optó por la investigación antropológica y se incorporó al equipo de antropólogos.
Una tarde, le avisaron que alguien requería su presencia, era desconocido en la comunidad. Julia estuvo frente a frente con el hombre de las “etiquetas”. Vestía el mismo traje oscuro y mantenía su postura hierática. Habló antes que la joven preguntara o expresara su asombro.
-La seguí por el chip que coloqué en su mano, dijo el hombre. Julia se miró las manos. El hombre le señaló el lugar en la palma, donde las manos se juntan en el apretón del saludo.
¿Qué es esto?, preguntó a la joven. No figura en mis registros, continuó.
- Es que está fuera del mercado, respondió Julia.
- Buen lugar para turistas, reflexionó el hombre. Se puede vender bien, sería turismo ecológico. Tomé fotografías aéreas, continuó diciendo. Es un paraíso para los que buscan turismo de aventura o turismo de contacto con la naturaleza. Además, agregó, es una “rareza”, la gente quiere novedad.
-Julia lo miraba azorada. Usó el teléfono celular para comunicarse con los expertos diseñadores del sitio. Pronto estuvieron allí y enfrentaron al desconocido. Éste les repitió la misma historia.
Ante la negativa, amenazó con trámites legales, invocó el derecho de propiedad.
-Estamos cubiertos, respondió uno. Sabíamos que debíamos regularizar esa situación, este sitio nos pertenece: lo compramos.
-¿Cómo lo hicieron?, preguntó el hombre, algo desconcertado.
-Muy sencillo, vendimos todo lo que teníamos antes de venir aquí. Así logramos este lugar colectivo.
- Si no tiene nada más que preguntar, la visita ha concluido, dijo el mayor de los expertos. Extendió la mano para saludarlo, Julia se interpuso.
-Te va a colocar un chip, no le toques la mano, advirtió la joven.
-No temas, dijo el anciano, nuestra tecnología es superior. Ya detectamos tu chip, te lo dejamos para averiguar la causa, nos dimos cuenta que tú no lo sabías. También, sabemos que este hombre tomó fotografías de gran altura. Pero ya se las inutilizamos.
El desconocido amenazó con superar sus recursos técnicos. Ello generó preocupación porque la posibilidad existía.
Los expertos de la comunidad se reunieron en el salón de cristal. Eran conscientes del peligro.

Aurora Martino

viernes, 7 de septiembre de 2007

Ubicación de Uruguay







¿Dónde está Uruguay?

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Comunicación con Luciano Tolfo


Recomiendo que visiten el blog de Luciano Tolfo, joven argentino con muchos valores. Su dirección es lmtvoruz.blogspot.com
Esta comunicación es importante por el valor de su blog y por los objetivos del mismo: la interactividad.
Reiteramos: recomendamos entrar al blog lmtvoruz.blogspot.com

martes, 4 de septiembre de 2007

Uruguayos por el mundo: la familia Dávila Castro en el mercado de Qatar










El Souq, mercado de Qatar
Hola:



Ayer de noche,fuimos al Mercado. Fue "un parto" estacionar: a la cantidad de automóviles se le agregaba el tamaño (hay muchas camionetas enormes, de 6 u 8 lugares, también 4x4),inclusive, la que usa Pablo es grande. Estaba muy iluminado, aquí no ahorran energía, si agua, después, cuento en qué y cómo. El Souq se compone de galerías, pintadas a la cal, con techos de hojas de algo como paja, entrelazadas, parecidas al papiro. Vistas desde abajo, dan una sensación de frescura y liviandad. Están apoyadas en troncos finos, todos del mismo color: marrón oscuro. Asoman hacia afuera del techo creando una especie de segunda galería.



Los espacios están distribuidos en forma arbitraria. Forman patios cuadrados, rectangulares, abiertos entre ellos, donde se desarrollan distintas actividades recreativas.



A esas galerías, dan los locales que son pequeños y con aspecto modesto. Se puede encontrar ropa, artículos de bazar (lámparas de Aladino, samovares, narghiles, teteras varias, incienceros, recuerditos, menos llaveritos diciendo Qatar así que se jorobaron).



Cuestión aparte son los locales de venta de especies. Así como los supermercados colocan las frutas, ellos colocan curry, comino, pimienta negra, paprika, etc., etc. Afuera ya te reciben las bolsas de arpillera llenas hasta el borde de esas especies. De la misma manera, están los dátiles y una serie de frutas secas que ni probé ni pienso probar, pero que están ahí para que la gente pase, se sirva y pruebe, y luego compre si quiere.



Otros locales tienen dulces de todo tipo, en barras de más de dos o tres quilos, lo mismo los turrones y los chocolates mezclados con lo que se les ocurra.



Mientras recorres te vas acostumbrando al aroma especiado que envuelve el ambiente junto a una música de panderetas grandes e instrumentos de cuerda raros que no conozco, parecidos a las cítaras griegas.



En esas galerías, también se encuentras sofás para dos o tres personas, colocados enfrentados, con mesitas entre ellos, tapizados de brocato, la mayoría en colores oro y bordó (el bordó es el color de la bandera de Qatar). Ahora en invierno, le colocan pieles de oveja peinadas.



Ahí están ellos, uno o dos por sofá pues se sacan las sandalias que usan y arrollan los pies debajo de su bata larga. Conversan, toman té, fuman shisha (pipas de agua enormes) y dejan pasar el tiempo.



Se ven muy pocas mujeres, y cuando están, se sientan al lado en sofás aparte conversando entre ellas, la mayoría, cubiertas.



En los patios abiertos se agrupan alrededor de los que bailan y cantan sobre alfombras colocadas en el centro, sobre la arena. Se ven mucho más hombres que mujeres presenciando el espectáculo.



Algunos de los locales tienen como terrazas adjuntas y adaptadas a los techos y desde allí, con mesitas y sillas, se colocan algunos a comer, tomar bebidas sin alcohol, fumar y disfrutar del espectáculo.



En otras galerías, funciona, simultáneamente, el comercio de halcones. Estas aves están con gorritos de cuero paradas sobre un soporte parecido a un balde dado vuelta. Dos y tres hileras de ellos. Están quietos esperando no se sabe qué.



A su lado oyes el bla, bla, bla de los vendedores y compradores que hacen el regateo (parece que estuvieran discutiendo con sonido de matraca pero, es el idioma que te da esa sensación). Yo tenía la impresión que había entrando en un libro, cada lugar era una página. Esos libros que aprietas un botón y tienen sonido. Es un sentimiento muy extraño, pero carente de todo temor. Y eso que mientras miramos el espectáculo, las únicas mujeres éramos Larissa y yo entre más de cincuenta hombres ataviados a la usanza del país.


Iñaki se entusiasmó con la música y zapateaba al compás, se le acercó un viejito y feo árabe que golpeando palmas le seguía el ritmo. Todo un espectáculo que verán en fotos. Por hoy ya alcanzó, besos a todos! Blanquita y la barra de Qatar.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Uruguayos por el mundo: la familia Dávila Castro en Qatar, Año Nuevo, paseo por el desierto y por la costa del Golfo Pérsico







"El 31 pasamos acá con dos uruguayos menos porque los otros se fueron el 29.
Ese día cenamos ñoquis que hice con las papas de acá, son riquísimas,
Ayer 1º,fuimos a conocer el desierto. Salimos por una autovía que nos va alejando de la ciudad. Las casas van disminuyendo hasta que de pronto tienes arena gruesa y piedras pequeñas de color blancuzco como tiza. A ambos lados de la carretera hormigonada, hay dos o tres carriles por sentido.
No es un desierto con dunas en esta parte. Las dunas están al sur y fuimos hacia el norte.
El tránsito de camiones, camionetas y autos es permanente HAY OBRAS EN CONSTRUCCION EN TODOS LADOS. Hacen muros que delimitan una superficie como de dos o tres manzanas y dentro de esos muros plantan árboles, luego construyen las casas del condominio.
Después de un rato, vimos a lo lejos una finca y por delante, unas siluetas que se movían lentamente: ¡eran Camellos! Sí, un grupo grande, sueltos como si fueran vacas, (no hay alambrado entre la arena y la carretera). Nos acercamos un poco y sacamos fotos.
Luego, seguimos en dirección al Golfo Pérsico. Al acercarnos entramos en un poblado, con casas bajas, blancas. No serían más de unas pocas manzanas, pero el pueblo tenia chopping ,restaurantes y hasta una especie de Mc Donald’s pero que trabaja con pollo solamente. Lo preparan a la milanesa , en hamburguesa y hacen un envuelto con un círculo de una masa como de panqueques pero crocante ,relleno de trocitos de pollo saltado con cebollita y no se que clase de condimento, riquísimo, por supuesto. Ahí almorzamos. El postre, una porción de torta de chocolate casi tan rica como la de Susana.
Después nos acercamos a la costa, como toda la costa aquí, es turquesa y el agua, transparente. Recogimos caracoles y trozos de corales.
Cada tanto, se veían grupos de árabes que armaban carpas.Lo hacen aunque sea por un rato, ponen alfombras, sofás y sillones tapizados en brocato, como si fuera un living. Allí se sientan a charlar. Otros se agachan alrededor de una especie de brasero y asan trocitos de carne o simplemente se calientan porque hace frío, no mucho,14º, alcanza con un abrigo liviano. Caminamos por un parquecito con juegos para niños, por un puerto con barcos pesqueros y esperamos para ver el atardecer QUE MOMENTO!!!Como decía aquel personaje que no me acuerdo: El sol una auténtica y enorme bola anaranjada, ocultándose tan rápido nos daba la sensación de que caía impulsado por su propio peso.
El agua y el cielo parecían una sola cosa, un arco iris que iba cambiando el lugar de los colores, realmente hermoso.
Oscurece muy temprano, a las 17 es noche ya, así que enseguida regresamos, yo pensando, en todas las cosas tan extrañas a nuestro día, al día que estoy viendo.
La temperatura tan alta, la mayor parte el año, es un problema para el extranjero que vive aquí. No se puede, en verano, estar más de 10 minutos al sol porque te deshidratas. Los indúes y filipinos están acostumbrados y trabajan al sol totalmente tapados, sólo se le ven los ojos, toman agua todo el tiempo.
Ahora se puede salir y disfrutar del paisaje pero, no bañarse en la playa porque el agua está como si saliera de la canilla y así para mi no vale la pena mojarse.
Pablo y Larissa se preocupan de sacarnos para que no extrañemos y estamos pasando muy bien pero tenemos ganas de verlos.
Besos.
Blanquita"

sábado, 1 de septiembre de 2007

Uruguayos por el mundo: La Navidad de la familia Dávila Castro en Qatar




Como han pasado? Acá, a pesar que las navidades no se festejan, en los shopping hay ambiente de fiesta.
Enormes pinos adornados, iluminados, con renos formados con alambre dorado y luces en su interior, palmeras, también iluminadas.
En las vidrieras, se ven las canastas de bombones o enormes cajas de pana o terciopelo rojo y dorado. Están decoradas como los huevos Faberger, conteniendo también chocolates. Son hermosas y carísimas.
Se ven trajes de fiesta, tipo túnica, en todo tipo de gasa, moradas degradée (NO ME ACUERDO COMO SE ESCRIBE).
En la mayoría de las vidrieras hay moda europea, barata y de las mejores marcas europeas y estadounidenses. Es gracioso ver a las damas tapadas y con carteras último modelo colgadas del brazo, desde una barata, a una Hermes o Louis Voutrion (¿se escribe así?).
Los baños no combinan con el lujo y dimensión del shopping. Son modestos, sus pisos de mosaicos comunes, paredes con azulejos sencillos y el aroma que se siente no es de rosas. Tienen una especie de piletón a ras del suelo, más largo que una bañera, con varias canillas, con borde ancho donde se sientan las mujeres para lavarse los pies antes de ir a rezar. Para más comodidad , tienen una hilera a lo largo en el centro del piletón, es una especie de apoya pies, supongo que pensando en las viejas y en las gordas!!Hay carteles que indican su ubicación, como los que indican la de los baños nuestros pero, con una cúpula dibujada. Por razones obvias están cerca uno a de otros. El de los hombres es igual.
Hay tres o cuatro shopping, el que vamos asiduamente, es enorme, tiene subsuelo ,planta baja y tres pisos cuyas galerías se distribuyen como radios que parten de un cilindro hueco de la altura de los pisos ,eso te permite ver hacia abajo, apoyándote en barandas transparentes (¡si los nuestros fueran así!) Desde esa posición puedes ver la pista de patinaje sobre hielo, que está en el subsuelo.

Siempre digo que hay una cosa que siempre quise hacer, como divertimento, pero no tenía posibilidades. Una vez, cuando estuve en NEW YORK estuve muy cerquita de lograrlo pero, Ricardo empezó a ponerle peros y abandoné la idea. Nunca pensé que aquí en Qatar lo podría lograr. Pues si, lo haré, ni se imaginan, lo qué es, ¡no! PATINAR EN HIELO!!!!!!. Esta semana lo haré con Pablo que me sujetará hasta que logre el equilibrio mínimo para no caerme. Ricardo está diciendo que me romperé una pierna o el cuello pero, esta vez no le haré caso. Ya me siento Sonja Henie ¿que tal? Veleidades de Don Fulgencio. Bueno, a mi edad ya estoy más allá del bien y del mal y perdí el sentido del ridículo. Después les cuento.
El 25 estuvimos de picnic en la rambla, aquello es una romería pero, tranquilo. Entre la vereda que da al mar y la calle, hay una franja ancha de parque: árboles, césped, canteros con flores. La gente compra comida en un shopping que está a una cuadra, enfrente. Compran quebab, y todo tipo de envueltos, riquísimos. y va a comerlo allí, sentado bajo los árboles. Algunos de los naturales del país, llevan hermosas alfombras, almohadones, recipientes de platina con tapa y toda clase de implementos. Se sientan como gitanos en círculo y almuerzan.
El paisaje es hermoso, con un mar turquesa de fondo, los barquitos en el golfo. De un lado y del otro, la presencia del parque.
El sol no calienta demasiado y lo puedes disfrutar por horas, como los autos pasan lejos, no sientes el ruido como en Pocitos.
De tanto en tanto, cuando sientes el llamado del Imán, muchos hombres se ponen a un costado de su familia y rezan. Pero nadie se importa del otro, cada uno en lo suyo, entonces, aunque la ropa y el color de la gente sea diverso, no sientes ningún temor. Es interesante eso.
Volvimos al atardecer, después de un café en el shopping.
El sol, como una bola anaranjada enorme, todos los días se pone así, lástima que ustedes no estuvieran aquí,. Estuvimos todos los uruguayos y el mexicano juntos ese día de Navidad occidental.
Iñaki corrió y jugó de lo lindo ! BUENO TERMINO POR AQUÍ . BESOS.
Blanquita


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